Hasta hace poco, el bienestar de los perros durante la atención veterinaria se centraba principalmente en alcanzar un estándar básico de cuidado físico, de forma que los signos de ansiedad a menudo se normalizaban, cuando en realidad deberían verse como algo preocupante y que disminuye el bienestar de los pacientes caninos.
El miedo en consulta puede empezar antes de llegar o a la llegada del perro al centro veterinario, pudiendo mostrar diferentes signos de estrés (bostezos, relamido, jadeo, temblores, etc), así como resistencia al acercamiento o entrada a la clínica. Se ha demostrado que la ansiedad y el miedo sostenidos en el tiempo pueden tener consecuencias fisiológicas significativas para los perros, incluida la reducción de la función inmunológica y la capacidad reproductiva, el aumento del riesgo de contraer enfermedades infecciosas, el retraso en la cicatrización y un efecto negativo en la esperanza de vida. De manera que en pacientes que requieran acudir al veterinario de forma muy frecuente, el estrés crónico provocado por las visitas podría afectar negativamente a su salud física.
El estrés y el miedo de los perros durante las visitas veterinarias también afectan negativamente la atención veterinaria, disminuyendo la frecuencia de visitas y cumplimiento de los clientes para evitar el mal trago al animal y a su tutor. Además, las emociones negativas en consulta veterinaria aumentan el riesgo de agresiones dirigidas al personal del centro veterinario y a los tutores debido a la agresividad y resistencia a los tratamientos de los pacientes.
El primer paso para prevenir el miedo y la ansiedad en consulta es saber identificar el malestar del paciente. El miedo y la ansiedad en consulta pueden pasar desapercibidos, debido a un comportamiento pasivo por parte del paciente canino (inmovilización o “freeze” o conductas de desplazamiento o “fiddle”), por eso es importante fijarse en la comunicación del perro desde el momento en el que entra por la puerta de la consulta. Algunas señales como el bostezo, los lamidos de belfos, o la mirada lateral pueden indicar incomodidad en el paciente. También es importante observar si el paciente intenta evitar el contacto visual, evitar el contacto con algún objeto, se encoge o agacha con la cola baja o entre las piernas o muestra conductas de desplazamiento. Estas señales deben servir de alerta, para que el perro no llegue a necesitar mostrar intentos de huida (estrategia “flight”), esconderse, agacharse en la esquina más alejada, o incluso si se ve acorralado pueda llegar a mostrar agresividad (estrategia “fight”).
Cuando un perro ha vivido una mala experiencia en el veterinario, especialmente si es emocionalmente intensa, va a tener miedo en la siguiente visita y se va a mostrar más reticente a la entrada en consulta y a la manipulación y exploración. Si por el contrario las primeras experiencias en el veterinario son buenas, se reduce considerablemente el miedo del paciente en las siguientes visitas.
En los últimos años ha habido un incremento en la consciencia sobre el bienestar en consulta y como consecuencia ha crecido la preocupación de la sociedad y los veterinarios respecto al estrés y el miedo en los pacientes en consulta veterinaria. Gracias a esto, se han realizado estudios sobre la eficacia del manejo de bajo estrés en perros, que nos permiten mejorar la manera de atender a nuestros pacientes caninos para hacer que su estancia en la consulta veterinaria sea menos estresante.
Algunas de las estrategias que pueden contribuir a reducir el estrés en consulta serían:
- Habituación al transportín, coche, arnés, correa y, en general, a todos los estímulos a los cuales vamos a exponer a nuestro perro para ir al veterinario. Si nuestro paciente está acostumbrado a todos estos estímulos, tendrá una fuente menos de estrés de cara a la visita veterinaria.
- Evitar largas esperas en sala de espera y tener salas de espera que promuevan un entorno tranquilo. Mediante feromonas, aromaterapia, separación de especies, evitar aglomeración de pacientes en la sala de espera y ruidos innecesarios, así como ofrecer un espacio confortable.
- Habituación a los procedimientos veterinarios rutinarios desde cachorro mediante visitas blancas (libres de manipulaciones invasivas/dolorosas), clases de cachorros y ejercicios de habituación a manipulaciones.
- Pesar a los perros al final de la consulta en lugar de hacerlo al entrar, ya que muchos perros tienen miedo de la báscula. También puede ser de ayuda usar una báscula alejada de la pared y cubierta con una esterilla antideslizante para evitar resbalones, así como usar estímulos apetitivos como comida para atraer al perro a la báscula.
- Exploración de los pacientes en el suelo en presencia del tutor o en el regazo de este, permitiendo la interacción con su figura de referencia (hablarle, acariciarlo…).
- Uso de juguetes con comida u otros estímulos apetitivos antes, durante la exploración y manipulaciones veterinarias y al terminar de realizarlas.
- Aplicación de anestesia local previa a la extracción de sangre, y uso de sistemas de extracción que permitan la manipulación menos invasiva posible, como por ejemplo palometas o sistemas conectores.
- Manipular a los perros de la forma menos invasiva posible, con la mínima sujeción y evitando todo tipo de castigo (por parte del veterinario y del tutor del animal).
- En pacientes hospitalizados promover un entorno tranquilo, libre de ruidos y sobreestimulación, así como aplicar un difusor de análogo de feromona de apaciguamiento canino (que de forma natural se encontraría en la glándula mamaria de la hembra lactante), o aromas como la lavanda, rosa o manzanilla, pueden ayudar a que el paciente esté más relajado.
- En caso de pacientes que muestren agresividad, debería recomendarse la habituación al bozal antes de utilizarse en consulta.
En ocasiones a pesar de realizar técnicas de manejo de bajo estrés, puede ser necesario el uso de psicofármacos, sobre todo en pacientes que presentan algunos factores de riesgo (mala experiencia previa, dolor, socialización deficiente, factores genéticos y epigenéticos) que dificulten su manejo y empeoren su bienestar.
Por este motivo, en aquellos pacientes que han mostrado miedo intenso al veterinario, estaría indicada la administración de psicofármacos previa a la visita para reducir su estrés en consulta. Los fármacos más usados son:
- Trazodona: Se ha observado que reduce los signos de estrés en para el transporte a la clínica y exploración veterinaria. En perros hospitalizados, se ha utilizado para reducir los signos de estrés y ansiedad, con una disminución significativa en conductas indicativas de estrés como el lamido de belfos, jadeo y vocalizaciones.
- Dexmedetomidina transmucosa oral (OTM): es ampliamente utilizada en perros debido a su naturaleza reversible y bajo riesgo cardiovascular y respiratorio. Aunque la indicación principal de la dexmedetomidina OTM es para tratar el miedo a ruidos fuertes, los estudios clínicos han demostrado que la administración de dexmedetomidina en perros facilita manipulaciones veterinarias y reduce significativamente los signos de estrés.
- Alprazolam: se trata de una benzodiacepina utilizada para el tratamiento de la ansiedad y el miedo, que puede administrarse previo a la visita veterinaria. Es recomendable la realización de una prueba de dosis para asegurar que la dosis prescrita es la adecuada ya que existe gran variabilidad individual en la respuesta. Respecto al uso de esta medicación no estaría indicado en pacientes con agresividad ya que puede producir desinhibición de dicha conducta.
- La gabapentina es un fármaco muy usado en gatos, pero aún hay poca evidencia científica sobre su uso como único ansiolítico en perros. Se ha publicado un estudio reciente en combinación con acepromacina y melatonina, en el que se ha observado un efecto sedante y una reducción de signos de estrés. No obstante, aún se requiere mayor evidencia científica para clasificarlo como fármaco de elección en estos casos.
- El uso de acepromacina como fármaco único estaría contraindicado para el tratamiento de perros con miedo debido a su ausencia de efecto ansiolítico.
Además, en algunos casos de muy difícil manejo o en los que se tengan que realizar manipulaciones dolorosas o que requieran la inmovilidad del paciente, puede ser necesario el uso de sedación inyectable.
Cuando un perro tiene miedo al veterinario es recomendable, además de seguir las recomendaciones anteriores, realizar un protocolo de desensibilización y contracondicionamiento, ya que se ha visto que puede mejorar la tolerancia del paciente a las visitas y reducir el miedo y ansiedad en consulta. De esta manera, se recomienda acudir a consulta al menos una vez por semana, para ofrecer estímulos apetitivos al perro sin realizar ningún tipo de manipulación. Y, por otro lado, se recomienda realizar ejercicios de habituación a las diferentes manipulaciones que se pueden hacer en una consulta veterinaria, en casa, en un espacio cómodo para el perro. Estas manipulaciones incluyen la exploración de boca, orejas, la manipulación de las extremidades, y del resto del cuerpo. De manera progresiva y siempre asociada con estímulos agradables para el paciente.
En conclusión, es crucial reconocer y abordar el miedo y la ansiedad experimentados por los perros durante las visitas veterinarias, ya que estos estados emocionales no solo afectan negativamente al bienestar de los animales, sino que también pueden influir en la calidad de la atención veterinaria. La implementación de estrategias de manejo de bajo estrés, junto con el uso prudente de psicofármacos en casos necesarios, emerge como un enfoque integral para mejorar la experiencia del paciente canino en el entorno clínico. Este enfoque no solo promueve el bienestar emocional de los perros, sino que también facilita una interacción más efectiva entre veterinarios, pacientes y tutores, contribuyendo así a una práctica veterinaria más ética y centrada en el cuidado compasivo de los animales.
Marina Soriano
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