Desde un punto de vista médico podemos definir las conductas compulsivas como aquellas conductas anormales que se realizan de forma repetitiva, invariable y sin función aparente. Mason establece una clasificación funcional, diferenciando dos tipos de conductas compulsivas: aquellas que surgen como un mecanismo para afrontar condiciones ambientales adversas y aquellas que son consecuencia de alteraciones a nivel estructural o funcional del cerebro.
Surgen a partir de patrones de comportamiento normales (acicalamiento, locomoción, alimentación, caza, agresividad) pero se manifiestan de forma exagerada, fuera de contexto e interfiriendo con la vida normal del animal.
Este trastorno comparte similitudes con los trastornos obsesivo compulsivos de medicina humana, si bien en medicina veterinaria no está claro que los animales puedan tener pensamientos, impulsos o imágenes repetitivos (obsesión), por lo que se prefiere el término trastorno compulsivo, al menos en base a los datos actuales.
Cuando hablamos de trastornos obsesivo compulsivos es posible que a la mayor parte de la gente le vengan a la cabeza conductas del tipo morderse la uñas, pero dentro de los TOC se describen multitud de presentaciones. Así, podemos hablar de obsesiones como el miedo excesivo a los microbios o la necesidad de orden, o bien comportamientos repetitivos tales como verificar una y otra vez las acciones (por ejemplo cerrar puertas o encender interruptores), lavar las manos de forma repetitiva o repetir palabras en silencio.
Esta misma situación la vemos a diario en nuestras consultas en diversas formas. Estos trastornos son procesos que, aunque se trate de animales, requieren siempre un tratamiento médico y/o conductual y determinar la causa del origen con objeto de evitarla o modificarla.
En la aparición de los trastornos compulsivos existe un fuerte componente genético, siendo frecuente diagnosticar casos en miembros de la misma familia (tanto en humanos como animales). En ocasiones, estar sometido a estrés durante largos periodos de tiempo (estrés crónico) puede actuar como desencadenante, incluso en animales sin antecedentes familiares; así pues, un mal manejo de los animales (largos periodos de inactividad física, falta de espacio, mala alimentación, falta de contacto con otros animales y/o humanos, falta de juego o juego inapropiado) puede actuar como desencadenante o facilitar la aparición o empeoramiento de estos problemas conductuales.
Están descritos múltiples TC en distintas especies animales. En perros los más habituales son la persecución de la cola, dar vueltas en círculo, el lamido repetitivo de uan zona corporal (dermatitis acral), cazar moscas imaginarias, perseguir luces y sombra, la succión del flanco, el pica o el lamido de objetos o del aire. En gatos la alopecia psicógena, morder las uñas o la ingestión de lana entre otras. En aves destaca el feather plucking o arrancamiento de plumas, mientras que en équidos podemos encontrar conductas de pica, tragar aire, morder objetos, apoyar la cabeza sobre objetos, balanceo o movimientos estereotipados.
Los trastornos compulsivos deben diagnosticarse y tratarse lo antes posible, ya que en raras ocasiones remiten sin terapia, pudiendo aumentar en frecuencia e intensidad, llegando en muchos casos a provocar lesiones de gravedad o ser un problema suficientemente grave como para que algunos propietarios se planteen la eutanasia del animal.
En el diagnóstico debe descartarse la presencia de problemas médicos tales como procesos de tipo ortopédico, dermatológico o neurológico entre otros, lo cual puede requerir la realización de diversas pruebas médicas (radiografías, TAC o citologías entre muchas otras) antes de llegar a un diagnóstico definitivo. No obstante, la existencia de un problema médico no excluye que se trate únicamente de un problema etológico y, en muchos casos, deberán tratarse ambos procesos para conseguir una mejoría en el cuadro clínico.
El tratamiento de los pacientes con trastornos compulsivos se centra en varios puntos:
- Tratamiento farmacológico: busca reducir la frecuencia e intensidad de la conducta problema y alterar el estado emocional del animal, consiguiendo una mejoría en el cuadro clínico pero no curar el problema.
- Corregir y evitar las malas prácticas de manejo: aumentar las horas de ejercicio y de juego, mejorar la relación con los propietarios (comunicación), aumentar el espacio…
- Modificación de conducta:
- Evitar SIEMPRE el castigo (físico o verbal) ya que es una fuente de estrés adicional, lo que empeorará siempre el problema. El empleo de collares de castigo, vendajes eléctricos o sustancias aversivas son siempre desaconsejables, pudiendo constituir en sí mismas una mala práctica y maltrato animal.
- Evitar calmar al animal o reírse de estas situaciones. Premiar/reforzar la realización de estas conductas, aunque puedan parecer graciosas puede devenir en el empeoramiento del mismo o la realización de las mismas como una forma de conseguir la atención del propietario.
- El especialista en modificación de conducta (veterinario etólogo o educador especialista en modificación de conducta) empleará técnicas de desensibilización y contracondicionamiento, enfocadas a permitir que el animal realice conductas alternativas a la conducta problema.
Germán Quintana Diez
DVM, PhD, MSc
Centro Veterinario A Marosa
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