La agresividad redirigida es un problema frecuente y poco diagnosticado en la clínica felina. Se desarrolla cuando un estímulo provoca en el gato una reacción y este agrede a un individuo que se encuentra en su cercanía.
Esto afecta al bienestar tanto del gato como de la familia acabando en muchos casos con el abandono o la eutanasia. Además, debido a este problema, el animal sufre más estrés lo que puede favorecer el padecimiento de otras patologías, como cistitis idiopática felina, patologías respiratorias, infecciosas, dermatológicas, anorexia, trastornos compulsivos, marcaje con orina.
Buscando la causa
Lo primero que se debe hacer en estos casos es acudir al veterinario para poder diagnosticar el problema que tiene el animal, causante de la manifestación agresiva. Cada caso se debe evaluar individualmente y no generalizar nunca de uno a otro.
Con toda la información obtenida de la consulta, el veterinario o veterinario especialista en medicina del comportamiento establecerá un diagnóstico diferencial, que va a conducir a un diagnóstico definitivo tras realizar las pruebas pertinentes. Además, se realizará un análisis del riesgo antes de comenzar el tratamiento, para determinar el riesgo de iniciar el tratamiento en las circunstancias en las que vive el animal.
Los cambios del comportamiento pueden ser el primer síntoma de cualquier alteración en el organismo y puede aparecer agresividad como síntoma en muchas patologías comunes:
- Hormonales: hipertiroidismo
- Dolor/irritación: osteoartritis, cistitis idiomática felina, otitis, patologías disco, abscesos, prurito, enfermedad inflamatoria intestinal.
- Enfermedades infecciosas: leucemia, inmunodeficiencia, toxoplasmosis.
- Metabólicas: hepáticos, renales.
- Neurológicas: epilepsia (crisis focales), tumores.
Sobre los ataques
Los estímulos desencadenantes que pueden causar agresión redirigida incluyen:
- Ver, oír u oler a otro gato o a otros animales o personas.
- Sonidos o estímulos visuales externos.
- Estímulos internos: dolor, molestia, prurito.
- Entornos desconocidos, nuevos o cambiantes.
- Manipulaciones de distinto tipo.
Los dos estímulos desencadenantes más frecuentes son los ruidos fuertes y estímulos procedentes de otros gatos.
Los ataques suelen ser muy impredecibles y el estado de alerta del gato puede durar mucho tiempo. Así, el grado de afectación es variable y normalmente aumentará con el tiempo si no se busca ayuda.
En el lenguaje corporal del gato hay que fijarse en una serie de señales que pueden advertir de que hay un problema, por ejemplo:
- Movimientos laterales de la cola, como sacudidas.
- Aplanamiento o rotación hacia atrás de las orejas.
- Rigidez de los miembros.
- Dilatación pupilar.
- Vocalizaciones llamativas.
En estos casos no se debe intentar acercarse o tocar al gato, sino dejar de mirarlo y alejarse para darle espacio y permitir que se calme, incluso dejándolo solo el tiempo que haga falta.
También se puede conducir al gato a una habitación tranquila y poco iluminada, por ejemplo usando una manta a modo de pantalla. Se colocarán allí todas sus cosas, así como un difusor de feromonas (Feliway optimum). Cambiar el estado emocional abriendo una lata de comida o con otros artículos o golosinas puede ser útil para relajar al gato y atraerlo a esta zona tranquila.
¿Y qué se hace después?
El veterinario evaluará la severidad del problema, teniendo en cuanta toda la información obtenida: tipo de comportamiento, edad de inicio y duración, gravedad y frecuencia de las agresiones, disposición a cumplir el tratamiento, capacidad de la familia para reconocer el lenguaje corporal, vínculo del animal con las personas.
Según todo esto establecerá un plan de tratamiento, cuyo objetivo principal es evitar los ataques y aumentar la tolerancia del gato al estímulo o situación desencadenante:
- Plantear un protocolo de enriquecimiento ambiental aplicado. Los 5 pilares de un entorno felino saludable que promueve la AAFP (American Association of Feline Practitioners) y la ISFM (International Society of Feline Medicine) en su guía de necesidades ambientales son una buena guía para ello:
- Proveer un lugar seguro.
- Proveer recursos multiplicados y separados: agua, comida, areneros, rascadores, áreas de juego y áreas de descanso.
- Proveer oportunidades para la conducta de juego y caza.
- Proveer interacciones positivas, consistentes y previsibles con las personas.
- Proveer un entorno que respete la naturaleza del sentido del olfato.
- Evitar la exposición del gato al estímulo Por ejemplo, evitando ruidos fuertes o no exponiendo al gato al olor de otros gatos.
- Disminuir el contacto con el gato- para que puedan recuperarse tanto él como la persona víctima de la agresión de la asociación negativa establecida- y hacer las interacciones previsibles. El gato no debe verse obligado a interactuar con las personas, ni siquiera mediante caricias.
- Aumentar la sensación de control del gato proporcionando zonas elevadas, y estableciendo rutinas diarias consistentes. Evitar movimientos bruscos, hablar en voz alta cerca del gato o mirarlo directamente a los ojos.
- Evitar el castigo, ya que aumenta la tensión y la severidad de los ataques, reduciendo el vínculo con el tutor.
- Aprender a interpretar el lenguaje corporal felino.
- Habituar al gato al estímulo problema mediante desensibilización/contracondicionamiento cláEsto se lleva a cabo presentando el estímulo desencadenante gradualmente, ya sea aumentando lentamente su intensidad (por ejemplo, cuando el estímulo desencadenante es un sonido) o reduciendo su proximidad, si es un objeto o individuo. A la vez se asocia con un estímulo agradable para el gato como la comida apetitosa o el juego.
- Restablecer una relación positiva con el gato. Si el objetivo de los ataques es el tutor, podemos restablecer la relación haciendo cosas que sean agradables para el gato y evitando estar muy cerca de él o tocarlo. Colocar varias veces al día su comida húmeda favorita, al principio manteniendo la distancia, o lanzar golosinas irá cambiando su percepción.
- Usar fármacos ansiolíticos, feromonas y nutracéuticos si es necesario y valorar la esterilización.
Rosana Álvarez Bueno
Etolia. Etología veterinaria
www.etologiaveterinaria.net
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