La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP) define el dolor como una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada, o similar a la asociada, con daño tisular real o potencial (2020). Así, cuando un animal siente dolor, se produce una alteración de su bienestar y, por lo tanto, es importante su diagnóstico y tratamiento.
Dentro de la sintomatología del dolor hay signos fácilmente identificables, más evidentes, como cambios en la postura corporal, expresiones faciales o vocalizaciones. Sin embargo, en ocasiones, aparecen cambios de comportamiento que no siempre son fáciles de asociar al dolor; y que el clínico debe conocer para poder establecer un diagnóstico correcto y el tratamiento adecuado. Por otra parte, además de la aparición de conductas anormales, se puede dar la desaparición de conductas normales, lo cual es tan preocupante como lo anterior (ver figura 1).
Dentro de los cambios de comportamiento que se pueden dar como consecuencia del dolor podemos realizar la siguiente clasificación:
1. Cambios en la conducta normal del perro
Tal y como ya se ha explicado el dolor puede dar lugar a ciertos cambios de conducta, modificando comportamientos normales en el perro, o incluso haciendo que desaparezcan.
- Modificaciones en la conducta alimentaria: puede existir una reducción del apetito, de la ingesta de alimento o el perro puede presentar apetito caprichoso, comiendo únicamente los alimentos que le resultan muy apetecibles.
- Reducción del nivel de actividad: pueden pasar más tiempo en su lugar de descanso, tumbados, y presentan reticencia a acudir a la llamada. Otra de las modificaciones frecuentes es que rehúsen realizar movimientos habituales como subir escaleras, subir al coche o que rechacen el paseo, que se tumben durante el mismo porque no quieren continuar o que intenten regresar a casa.
- Alteraciones del sueño: el dolor hace que el descanso nocturno empeore y pueden buscar el contacto de los tutores o deambular por la casa.
- Cambios en la conducta de juego: no responden a las demandas de juego de sus tutores o se cansan rápidamente.
- Problemas en las interacciones sociales: se puede apreciar una reducción de dichas interacciones con la familia y en el caso de sus congéneres se puede ver al perro con dolor separado de los que están jugando.
2. Aparición de nuevas conductas
Cuando un perro sufre dolor puede mostrar diversas conductas que pueden ser consecuencias más o menos directas de éste, pero, además, el dolor puede hacer que empeoren problemas de comportamiento ya existentes.
Miedo
Como primera respuesta el dolor va a inducir miedo. Cuando tocamos con la mano una plancha caliente, lo primero que haremos será una conducta de retirada, es decir, sacamos inmediatamente la mano de la plancha y seguidamente seremos cautelosos en no volver a tocar la zona caliente, pues hemos aprendido que nos hace daño. Así, las experiencias traumáticas generan un aprendizaje y por lo tanto se produce una reacción de miedo al estímulo y al contexto. Un ejemplo similar se da en situaciones como una visita al veterinario en la que se realizan procedimientos dolorosos. Estas situaciones, que generan miedo en el animal, pueden dar lugar, por un aprendizaje asociativo, a rechazo a acudir de nuevo a la clínica, e incluso, en algunas ocasiones, llegan a manifestar signos de ansiedad o miedo cuando detectan señales indicativas de que se va a acudir al veterinario.
De esta forma, un perro con dolor puede intentar ser cada vez más cauteloso llegando a sufrir un desorden ansioso, de manera que el miedo podría aparecer sin motivo aparente o ser miedos extraños, a objetos o situaciones en las que habitualmente no lo manifestaría. Así, se ha visto que los perros con miedo a sonidos fuertes y dolor tienen más tendencia a generalizar el miedo hacia otros estímulos ambientales, o incluso hacia otros perros, que los animales que solo tienen miedo a los sonidos fuertes y no sufren dolor. Por otra parte, se ha visto también que los perros con miedo y dolor mejoran mucho cuando se identifica bien la causa del dolor y se trata correctamente, cosa que no ocurre si el dolor no se trata.
Por otra parte, el dolor crónico en pacientes humanos hace que padezcan un proceso de estrés que genera un sesgo negativo, es decir, son “más pesimistas”. De esta forma es más probable que estímulos neutros sean percibidos como negativos y que se manifiesten conductas de miedo que sin dolor no se presentarían. De la misma forma que se ha visto que los perros también pueden tener sesgos negativos, por ejemplo, aquellos que padecen ansiedad por separación, Camps y col. proponen que al igual que en humanos, es muy probable que los perros con dolor sean más pesimistas.
Conductas agresivas
Los comportamientos agresivos pueden ser utilizados para evitar un contacto con humanos o con otros perros que podría desencadenar dolor en un animal que ya lo sufre. Así, en la consulta veterinaria nos encontramos frecuentemente perros heridos que nos echan la boca cuando manipulamos una zona dolorosa. Además, tras una manipulación traumática, el perro puede manifestar posteriormente rechazo a que le toquen la parte del cuerpo previamente manipulada, ya que se crea una asociación de dolor y contacto en esa parte del cuerpo. Por ejemplo, tras el vaciado de los sacos anales, el perro puede evitar manipulaciones en su tercio posterior.
Los perros con dolor crónico podrían presentar una reducción de serotonina en el SNC producida, fundamentalmente por dos motivos: el estrés crónico que causa dolor sostenido en el tiempo y la disminución de su ejercicio diario. La consecuencia de esta disminución de serotonina es un incremento en la irritabilidad y, por lo tanto, mayor probabilidad de aparición de agresividad.
Por otra parte, la presentación de agresividad asociada al dolor puede variar dependiendo de si el perro ya había manifestado previamente comportamientos agresivos hacia sus tutores o no. Así, se ha visto que aquellos perros que eran agresivos, cuando padecen dolor tienden a ser agresivos en los mismos contextos en los que lo eran previamente, pero de una forma más intensa y frecuente. No obstante, aquellos perros que no habían mostrado señales de agresividad previa, cuando sienten dolor la agresividad aparece de una forma más impulsiva, es decir casi sin avisos previos como gruñidos, y se suelen dar en contextos de manipulación.
De forma más anecdótica se han visto casos con agresividad por protección de recursos asociada a dolor musculoesquelético y gastrointestinal, que se resolvía de manera espontánea con analgesia.
Conductas repetitivas
En situaciones de conflicto, frustración o estrés algunos animales pueden mostrar conductas repetitivas y que realmente no tienen función aparente, como perseguirse la cola.
Cuando el dolor es crónico, actúa como factor perpetuante del estrés, por lo tanto, estas conductas pueden agravarse e independizarse del estímulo inicial que las provocaba y llegando a aparecer fuera de contexto.
Comportamientos compulsivos como el staring (“mirar las estrellas”) se ha relacionado con dolor gastrointestinal, posiblemente con reflujo gastroesofágico.
También el fly snapping (“cazar moscas”) se relacionó con patologías gastrointestinales como infiltración duodenal eosinofílica o linfoplasmocítica, retraso en el vaciado gástrico, reflujo gastroesofágico y malformación de Chiari.
El lamido excesivo de superficies en ocasiones también se puede asociar con trastornos gastrointestinales como gastritis, enteritis, retraso en el vaciado gástrico, enfermedades inflamatorias intestinales.
En este tipo de conductas se produce una mejoría de los cambios de comportamiento con el tratamiento de la patología subyacente.
Demandas de atención
En algunas ocasiones las demandas de atención pueden ser el único signo de dolor. Los perros buscan a los tutores y éstos refuerzan esas conductas de forma involuntaria. Sucede, por ejemplo, cuando existe lamido de las zonas dolorosas. Su función es estimular mecanorreceptores que reducirían la sensación de dolor, pero puede generar, de nuevo, un aprendizaje, ya que este tipo de conductas llaman la atención del tutor, son molestas y se transforman en conductas de demanda de atención.
Eliminación inapropiada
Las eliminaciones de orina o heces en zonas no apropiadas asociadas al dolor en perros, son menos frecuentes que en gatos y, fundamentalmente se asocian a dolores articulares que dificultan el acceso a las zonas de eliminación y a urolitiasis.
Problemas de aprendizaje
En las clases de educación y obediencia se pueden observan retrasos en aprendizaje por dolor asociado a la postura que hace que el perro rehúse a realizar la señal que se le pide.
En el caso de perros de trabajo se podría apreciar una disminución del rendimiento. En un estudio realizado sobre los motivos de la jubilación en pastores alemanes de la policía de Nueva Zelanda se vio que la causa principal eran las enfermedades degenerativas musculoesqueléticas.
Por lo tanto, sería necesario valorar el dolor siempre que se altere el rendimiento en perros de trabajo, asistencia o que realicen actividades deportivas.
Así, vemos la importancia de realizar un diagnóstico adecuado a la hora de valorar un problema de comportamiento. Se llevará a cabo, por parte del clínico, una exploración completa, examen neurológico, bioquímica y hemograma, y en el caso de eliminación inapropiada, urianálisis, con el fin de descartar patologías orgánicas subyacentes que será necesario tratar de manera adecuada.
Noemí Graña Torralba
Bibliografía
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