Veterinary behaviorists should be the first, not the last, resort for optimal patient care. Colleen S. Koch. Journal of the American Veterinary Medical Association, November 1, 2018, Vol. 253, No. 9, Pages 1110-1112
(https://doi.org/10.2460/javma.253.9.1110)
La consulta con un veterinario etólogo es a menudo la última opción antes de la eutanasia para muchos propietarios de perros, gatos, caballos, loros y otros animales domésticos con problemas de comportamiento. En muchos casos, los propietarios están cansados y agotados, tanto emocional como económicamente, antes de llegar a encontrar el camino hacia un veterinario etólogo y están buscando alguien que les alivie y les diga que su mascota no es tan mala como todos dicen o que la eutanasia o la reubicación no son realmente su única opción.
La mayoría de los animales abandonados en refugios debido a problemas de comportamiento han sido visitados por un veterinario generalista durante el año anterior1. Y aunque los veterinarios generalistas deberían hacer preguntas sobre el comportamiento en cada contacto que tienen con el paciente y el cliente, esto no siempre sucede2,3.
Incluso cuando los propietarios expresan inquietudes sobre comportamiento durante las consultas, rara vez se abordan adecuadamente3. Tal vez los veterinarios generalistas no se sientan cómodos tratando los problemas de comportamiento porque no los trataron en la facultad2,4. En cualquier caso, la falta de atención a los problemas de comportamiento puede conducir a una cascada de problemas que incluyen un pobre bienestar para el propietario y el animal, el abandono o la eutanasia para el animal y la fatiga por compasión, la pérdida de pacientes5 y la disminución de los ingresos para el veterinario generalista. Este triste ciclo descendente debe parar.
Preguntar a los clientes sobre problemas de comportamiento durante las consultas puede ser una tarea difícil para los veterinarios generalistas. El tiempo siempre es limitado y la información sobre otros servicios y productos puede tener prioridad. Ciertos indicadores en el perro, como llevar un collar de pinchos, estrangulador o de impulsos eléctricos o la necesidad de usar un bozal durante el examen veterinario, pueden sugerir que el animal tiene problemas de comportamiento que el propietario está tratando de resolver o que el propietario no es consciente de las implicaciones que tiene utilizar estos dispositivos. Como veterinarios tenemos el deber de educar a los clientes sobre las formas adecuadas para manejar los problemas de comportamiento y de educación o, al menos, conocer cuándo y a quién referir estos clientes. Añadir servicios de asesoramiento sobre comportamiento en la práctica clínica ayuda a preservar y mantener el vínculo humano-animal, lo que resulta en una mejor atención, un incremento en la calidad de vida y una mayor conciencia de que existen especialistas veterinarios6.
Los expertos han estado abogando por la inclusión de materias sobre comportamiento animal en el currículo veterinario desde al menos 19757,8 y el vínculo entre humanos y animales fue un tema importante de discusión durante los congresos en las décadas de los 70 y 809. En un estudio de 200410, veterinarios generalistas clasificaron el comportamiento en la categoría “se necesita saber» para los recién graduados. Una encuesta realizada en 1988 por McKeown y Leuscher encontró que el 42% de los propietarios de perros y el 47% de los de gatos tenían inquietudes sobre el comportamiento de sus mascotas y que los problemas de comportamiento son la causa más común de abandono de animales en los refugios1,2,12. Por el contrario, Gazzano y colaboradores13 demostraron que los propietarios de cachorros separados de su madre antes de las 8 semanas de edad que recibieron asesoramiento sobre comportamiento durante su primera visita veterinaria, comunicaron menos agresividad y trastornos de conducta que los propietarios del grupo de control que no recibieron el asesoramiento.
El problema continúa siendo que muchos veterinarios generalistas se gradúan sin conocimientos sobre lenguaje corporal, teoría del aprendizaje y comportamiento. Sin formación sobre el tema, muchos no son capaces de diferenciar entre un problema de comportamiento y un problema de educación o adiestramiento y carecen de la aptitud para tratarlos adecuadamente14. ¿A cuántos veterinarios generalistas, por ejemplo, se les enseña cómo entrenar a un cachorro a hacer sus necesidades o a no saltar sobre las personas o bien cómo entrenar a un gato para usar el arenero? Simplemente entender la diferencia entre un animal que muestra miedo y uno que no y tener la capacidad de educar a los propietarios sobre un plan de acción adecuado puede beneficiar a todos: al propietario, al veterinario y al animal.
Los veterinarios etólogos son utilizados a menudo como último recurso en los problemas de conducta por diversos motivos. Primero, la mayoría de los veterinarios generalistas han estado involucrados con animales de alguna manera antes de comenzar sus estudios y pueden haber estado en contacto con algunos métodos de entrenamiento. Desafortunadamente, es posible que no hayan sido expuestos a las mejores técnicas para cada animal, especialmente para los que sufren miedo y ansiedad, y a menudo se espera que simplemente los controlen durante las visitas. Esto conduce frecuentemente al uso de la fuerza y la contención (agarrar a un gato por la zona del cuello, contener a un perro boca arriba, trabar a un caballo o envolver en toalla a un loro) y este tipo de manipulaciones se transmiten a los clientes. En cambio, es nuestra responsabilidad educar a los clientes en métodos humanos y apropiados para manejar a los animales, incluso si estos métodos pueden llevar más tiempo al principio.
En segundo lugar, hay una escasez de veterinarios etólogos y un número creciente de educadores de animales que afirman ser etólogos. Además, los adiestradores de perros que usan principalmente el castigo positivo superan a los que usan refuerzo positivo. Aunque los métodos de entrenamiento basados en el castigo, la coacción y la corrección pueden conducir a percibir una mejoría en algunos animales, así no se aborda la causa subyacente al comportamiento y solamente se suprime. Esto también refleja la necesidad de que los veterinarios generalistas sean capaces de distinguir entre los problemas de comportamiento y los de educación.
Para complicar aún más las cosas, diversos programas de televisión populares han puesto el foco en personas sin acreditación ni estudios que afirman ser etólogos o especialistas en comportamiento. Esto ha creado una idea errónea de lo que realmente hacen los especialistas en comportamiento y, a menudo, ha promovido técnicas inaceptables e inhumanas que pueden provocar un aumento del miedo, la ansiedad y la agresividad. Según la AVMA (American Veterinary Medical Association), los términos “especialista” y “certificado por” se usan indistintamente para designar lo mismo. AVMA, y muchas asociaciones de práctica veterinaria del estado, limitan el uso del término «especialista» a aquellas personas que han sido certificadas por una de las Organizaciones de Especialización Veterinarias Reconocidas por AVMA15. Para convertirse en especialista un veterinario debe completar los estudios universitarios y un programa de residencia en medicina del comportamiento, debe publicar los resultados de un estudio de investigación en una revista revisada por pares (otros especialistas en la materia), escribir múltiples informes de casos y aprobar un completo examen que cubre todos los aspectos de la materia. Por el contrario, los adiestradores y peluqueros de animales, paseadores de perros, cuidadores de mascotas y profesionales relacionados, no requieren credenciales y no tienen un organismo de profesionales acreditados para responsabilizarlos por sus conocimientos o acciones. Estas personas pueden poseer certificados que acrediten su educación, pero ninguna entidad garantiza que estén utilizando técnicas seguras y humanas.
La práctica de la medicina no ofrece garantías. Los etólogos veterinarios diagnostican las motivaciones subyacentes de los problemas de conducta y los tratan. Como ocurre en otras áreas de la medicina veterinaria, la medicina del comportamiento puede requerir la utilización de medicamentos de perpetua, además de las medidas de modificación de conducta y de manejo. Las soluciones rápidas y las garantías de por vida que ofrecen los adiestradores y otros profesionales no acreditados a menudo son ilusorias y, a menos que se aborde la motivación subyacente, el comportamiento no deseado continuará reapareciendo, siendo más difícil de tratar cada vez. Los veterinarios etólogos no pueden garantizar la resolución de problemas de comportamiento y un perro que se somete a un tratamiento conductual no es reprogramado de forma permanente. Cada día que pasa representa una oportunidad de aprendizaje para cualquier animal y la modificación de la conducta requiere constancia y persistencia en su aplicación diaria por parte de los propietarios.
Actualmente existen menos de 80 diplomados por el Colegio Americano de especialistas veterinarios en comportamiento en Norte América16. No es una cifra muy alta, sobre todo si se considera que los trastornos de conducta son una de las principales causas de muerte en los animales12. Además, la mayoría de las facultades de veterinaria no incluyen asignaturas de comportamiento animal en su plan de estudios17,18. Este vacío en la formación y la consecuente falta de reconocimiento de lo que es un comportamiento anómalo deja a muchos veterinarios generalistas sin las herramientas necesarias para identificar a los pacientes que pueden necesitar ayuda y, muy a menudo, conduce a un desafortunado enfoque de “esperar a ver si mejora” en animales jóvenes que son miedosos.
Los problemas de comportamiento son condiciones médicas tratables y, en muchos sentidos, equivalen a enfermedades psiquiátricas en humanos. Aunque puede que no haya una cura para muchos problemas de conducta, ciertamente hay una variedad de tratamientos disponibles que pueden mejorar la calidad de vida de los pacientes y su relación con sus propietarios. Sin embargo, sin el tratamiento adecuado, estos pacientes y sus propietarios convivirán con dificultades mientras se erosiona el vínculo humano-animal, lo que conducirá muy probablemente al abandono. Las materias sobre comportamiento animal y teoría del aprendizaje deben ser una parte integral del plan de estudios veterinarios y no solo ofrecerse como asignaturas opcionales7,17,18. Incluso cambios sutiles en el comportamiento del animal sin una causa identificable a menudo motivan a los propietarios a buscar atención veterinaria. Debido a que los problemas de comportamiento impulsan el contacto con nuestros pacientes, el comportamiento no debe dejarse para lo último, sino considerarse una parte integral de la práctica veterinaria. El comportamiento debe integrarse en cada curso del plan de estudios veterinarios, tanto en la teoría como en las estancias en prácticas.
Muchos estudiantes de veterinaria no se sienten preparados para manejar los problemas de comportamiento en el momento de la graduación19, lo que sugiere que no se les proporcionan las herramientas necesarias para identificar y tratar los problemas de conducta. Este vacío en la formación es inaceptable. Mientras las mascotas continúen desempeñando un papel cada vez más importante en la familia y en la sociedad, los propietarios comenzarán a exigir cada vez más un tratamiento especializado de los problemas de conducta. Los cachorros y los gatitos que tienen miedos no superan por sí solos este problema20. Es nuestra responsabilidad como veterinarios generalistas educar a los clientes sobre lo que puede ofrecer un etólogo veterinario y por qué solicitar su ayuda debe considerarse una garantía de atención y cuidado.
Los trastornos del comportamiento no son infrecuentes. Cuando los propietarios buscan ayuda para un problema de comportamiento, deben ser dirigidos en primer lugar a un veterinario etólogo, no como última opción. Si es recomendable, el etólogo veterinario puede, a su vez, remitir a los clientes a educadores cualificados que estén formados en la teoría del aprendizaje y usen el refuerzo positivo como método de enseñanza. La intervención temprana tiene, de esta manera, el potencial de abordar problemas mientras aún pueden corregirse y puede evitar que los clientes sufran económica y emocionalmente. En lugar de como el último, los pacientes deben ser remitidos a un etólogo veterinario como primer recurso para cumplir con los más altos estándares de la atención veterinaria.
Colleen S. Koch
DVM, DACVB
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